Por Emiliano Güemes Solís
La Inteligencia Artificial, es, sin duda, el tópico de la actualidad; para muchos, representa el fin del arte como lo conocemos, un avance tecnológico lo suficientemente poderoso como para sustituir el proceso creativo del ser humano; por otro lado, hay quienes lo ven como una eficaz herramienta de organización, que logra generar todo tipo de adiciones a la composición de textos y contenido audiovisual.
En el panorama musical, hemos visto una repentina aparición de la IA, que se ha vuelto el fenómeno viral de nuestra era; sus creaciones, que se caracterizan por una exactitud impresionante, van desde la creación de ritmos por medio de instrucciones, hasta la composición musical, o, algo más sorprendente aún: generar música nueva a partir del material existente.
Por medio de las redes sociales, se han dado a conocer casos en los que la voz de un artista encaja en una canción, incluso, ha habido simulaciones de cómo sería la música contemporánea de figuras de antaño.
Esta inmensa capacidad -que crece con el paso del tiempo- ha preocupado a propios y extraños, pues, para muchos resulta alarmante; para los melómanos más puristas, aparenta ser el fin del proceso creativo como se conoce, la IA, en este caso, parece traer consigo la destrucción absoluta del pensamiento divergente, que se ve comprometido ante el inminente avance tecnológico, que posee una brillante capacidad para personalizar su contenido, que compite dignamente con el esfuerzo humano.
A la par, debemos mantener presente las repercusiones que puede traer para los derechos de autor; por décadas, los artistas han peleado por ser dueño de sus obras, cuya composición puede tardar años; ahora, la Inteligencia Artificial permite a los músicos novatos abarrotar las plataformas de reproducción, con un estilo similar que puede generarse en un lapso corto.
«Se veía como si fuera el fin de la música», declaró Martin Clancy, editor del libro Artificial Intelligence and Music Ecosystem del 2022, y, si bien, no sabemos a dónde va a llegar este fenómeno, necesitamos tener precaución con el ritmo al que avanzamos, vigilando que la innovación tecnológica no supere nuestro sentido de la moral.
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