Por Claudia Aranda
A casi dos años de estar viviendo la pandemia de COVID-19, la población en general se ha visto afectada de diversas maneras; en el aspecto físico, económico, educativo, emocional y mental. Estos dos últimos son los que se retomarán como puntos principales de opinión, ya que han sido los que las personas hemos coincidido que presentan mayor índice de afectación, pues el encierro, la incertidumbre, el desconocimiento de qué va a pasar, el alejamiento social, etc. Son temas que han perjudicado día con día nuestra salud mental desde la población infante, hasta los adultos mayores, ya que hasta el día de hoy prevalecen y van evolucionando perjudicando cada vez más.
Según la OMS, la salud mental es un estado de equilibrio emocional, cognitivo y conductual que permite al individuo desenvolverse de manera responsable en su entorno familiar, social y laboral, así como gozar de bienestar y calidad de vida. A partir de esta definición, podemos observar que este tema no es una problemática joven, es decir, la salud mental es algo que se ha retomado desde años atrás por diversos factores, pero a estos se añade un aspecto general que nos hace más vulnerables a que se vea afectada, justamente el que está asociado con el encierro y sus derivantes. El duelo que aún seguimos viviendo por la perdida de nuestra rutina, a no saber lo que la vida nos tiene preparado, es un malestar colectivo que ha sido el impulsor al aumento de ansiedad y depresión en las personas en general.
Por tal razón, la importancia de crear estrategias y adquirir herramientas de forma constante para hacerle frente a esta situación nada agradable, es fundamental para vivir de forma más sana, pues, se ha demostrado que se nos ha quitado de cierta forma nuestra libertad física, más no nuestra libertad mental, por lo que es fundamental en estos momentos que ya contamos con más información acerca del virus, que es mejor andar con él, a que andar en contra de él y adaptarnos de la mejor manera a lo que hoy se nos ha impuesto.
Una de las estrategias que se comparten es, no minimizar por ninguna circunstancia cada una de nuestras emociones, debemos sentirlas a su máximo, ya que por naturaleza humana estas deben ser vividas y sentidas para no tener consecuencias de acumulación de reprimirlas a la larga. El mejorar nuestra alimentación, dándole prioridad y no dejar que se vea afectada por la carga de trabajo o incluso por la pereza que nos pueda producir el hecho de preparar algo sano, y por último, echar mano del apoyo de un profesional en el tema para mejorar día con día este malestar producido por el encierro, que bien puede ser de forma particular o hacer uso de las tecnologías que tenemos el día de hoy para la búsqueda de apoyo a través de redes que se dedican a la distancia a atender estos temas.
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