CATEGORÍA: OPINIÓN / NACIONAL / ESPECIALES / 2 DE OCTUBRE
Por Lulú Morán
¿No se olvida desde qué punto?
Es claro que un suceso histórico de esta magnitud no puede pasar desapercibido, y menos aún cuando fue derramada la sangre de cientos de estudiantes solamente por alcanzar nuevas libertades políticas y establecer un nuevo orden democrático. Es impresionante que el gobierno haya mandado a matar a tantos estudiantes solamente por que querían un cambio, y más aún que los acorralaran de la manera en que lo hicieron, muy listos por cierto, pero muy tontos para omitir el hecho de que también había periodistas y fotógrafos nacionales e internacionales. La caja china con los juegos olímpicos de aquel año no les funcionó para nada, porque los balazos se escuchaban desde lejos, porque no fueron uno ni fueron dos, se dispararon 15 mil proyectiles de los cuales, todos tenían un objetivo. Cada bala iba destinada a un estudiante.
No se puede esperar menos del gobierno, al final del día siempre es así, hay un movimiento social, el gobierno hace su payasada para pararlo, después se convierte en algo histórico y el gobierno lo conmemora como si se tratara de un triunfo sin pérdidas. No hay que irnos hasta 1968 para ver como se silencia a los que quieren hacer el cambio. En el 2014 se desaparecieron 43 alumnos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, mismos que se trasladaban a la marcha conmemorativa del propio 2 de Octubre. Si éstas son cosas que deben pasar para generar un cambio ¿se supone que debamos aceptarlas? Derramar sangre del pueblo es la ofrenda que se le da al gobierno como recompensa por el cambio que van a generar. Parece que vivimos en una sociedad prehistórica, pero con coches y teléfonos modernos y lujosos.
Sin duda el 2 de Octubre no se debe de olvidar, porque nos marca y nos duele, porque es símbolo de inconformismo con el gobierno, pero hay diferentes formas de conmemorarlo, y la mayoría de estudiantes que sale a protestar en conmemoración, no sabe ni por qué lo está haciendo. Deberían de utilizar esa fecha no únicamente para conmemorar, sino también para proponer nuevas formas de gobierno como lo hicieron aquellos estudiantes del ya lejano 1968.