
Por Aristides García Coghlan
Cuando somos pequeños no queremos nada más que una cosa… crecer. El crecer se vuelve un gran anhelo, ya que es la promesa de que ya no habrá limites ante ninguna situación o tema de conversación, lo idealizamos como si crecer fuese lo mejor que nos podía pasar y por un momento, dejamos de disfrutar la edad que tenemos.
En lo personal, a pesar de haber vivido mi infancia hace varios ayeres, me doy cuenta que seguimos atascados en el mismo problema. Ahora a mis 21 años, puedo analizar como seguimos soñando en el ser aún mayores y dejamos de vivir la edad que tenemos, por ejemplo:
Julián es un gran amigo, siempre ha sido un gran soñador y ahora que está en la universidad y tiene 19 años recién cumplidos, ha cambiado por completo…¿Cuál es la diferencia entre madurar y dejar de vivir nuestra edad?
Cuando Julián tiene su tiempo libre escolar, decide dejar de hacer cosas de la edad, no porque no las quiera hacer, si no porque dentro de su cabeza sigue teniendo esta mentalidad de dejar de vivir la edad y creerse de otra generación.
Me parece que es momento de parar, de dejar vivir, el estar preocupado por lucir de otra edad mental es desgastante, debemos vivir la edad que tenemos y a su vez, ser responsable. Pero es suficiente de dejar de ser nosotros, porque nunca repetiremos nuestra edad, nuestra infancia o nuestra adultez y al voltear hacia esos años, ojalá podamos decir…”hice lo que hice en cada gran época de mi vida”.
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