Por Raúl B. Uribe
Cuando se aborda el tema del liderazgo después de definirlo surge, la pregunta ¿el líder nace o se hace? Las opiniones se dividen, para algunos, los líderes nacen con una cierta predisposición y para argumentarlo recurren a la indagación sobre su vida personal, así aducen que desde pequeños mostraban cierta inclinación a conducir a los demás. Para otros, los líderes se pueden formar despertando las capacidades y habilidades que todos poseemos, luego entonces, éstas se pueden desarrollar a través de un entrenamiento.
Después de resolver la pregunta anterior, se procede a listar y explicar las características y habilidades del liderazgo. Si estas cualidades las aplicamos al trabajo docente nos adentramos a la cuestión si los profesores son líderes de sus alumnos. La respuesta inmediata es si.
Los profesores al estar encargados de la conducción del aprendizaje de sus alumnos y considerando, que deben ser ejemplo para sus discípulos, es indudable, que son líderes naturales. Pero aquí surge la pregunta malintencionada ¿Cuántos de los profesores se asumen como líderes de sus alumnos?, aún más, ¿Están conscientes y dispuestos a ello? Seguramente encontraremos ejemplos a favor y en contra.
Aquellos profesores que estén conscientes que su labor docente implica en esencia un liderazgo, sabrán que hay que pagar un precio. Veamos porque.
Primero, deben desearlo. La persona que recibe un nombramiento como profesor debe de querer serlo, desear compartir con sus alumnos lo que ha aprendido, ser ejemplo de congruencia, es decir, tener un comportamiento acorde con lo que predica. No hay error más grave que designar a una persona, profesor, cuando ésta no quiere serlo.
Segundo, aprender todos los días. El líder docente se debe ver siempre, como un eterno alumno. Aprender más de su disciplina y aprender el arte de enseñar
Tercero, aceptar con fortaleza la incomprensión de sus esfuerzos por parte de sus alumnos y con frecuencias de sus jefes. De los primeros, su inexperiencia y su resistencias a aprender –¿qué paradójico no?- les impide reconocer el esfuerzo de sus maestros. De los segundos, el celo profesional y el temor al cambio, hacen que desvaloren las propuestas de innovación. No obstante los obstáculos, son las vallas que medirán la fortaleza del maestro líder.
Cuarto, mientras otros descansan, el profesor líder trabaja. Ve a su trabajo como una misión de servicio que le reclama un esfuerzo extra, el cual da de manera generosa

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